30 de abril de 2010

33 años de la primera ronda de las Madres de Plaza de Mayo


El sábado 30 de abril de 1977 un grupo de familiares de desaparecidos esperaba en la Iglesia Stella Maris, vicariato de la Armada, que las recibiera el cura cuando, cansadas de los falsos consuelos, Azucena Villaflor propuso acudir a la Plaza de Mayo para forzar al gobierno militar a que dé una respuesta. Las 14 mujeres no tuvieron éxito ese día, la Casa Rosada estaba desierta y nadie las recibió, pero ellas ya habían elegido manifestarse en la mítica plaza, frente a la Casa de Gobierno y al lado de la Catedral.

El jueves siguiente el doble de amas de casa se dirigieron al centro del poder político de la dictadura para hacer oír su voz, que semana a semana se hizo más fuerte a partir de la enorme cantidad de historias similares que encontraban en la Plaza de Mayo. Las rondas de los jueves se harían entre las 15.30 y las 16 para asegurarse una plaza colmada de transeúntes que le garanticen la seguridad, en tanto que fueron los propios policías que custodiaban la plaza quienes les indicaron que marcharan de a dos porque como el país estaba bajo estado de sitio estaban prohibidos los grupos de tres o más personas.

Así transcurrieron los días hasta que, conscientes de la relevancia que empezaban a tener esas “viejas locas” –como intentaron difamarlas– los militares decidieron que el marino Alfredo Astiz se infiltrara en la organización para marcar a las líderes con un beso. Así, entre el jueves 8 de diciembre y el sábado 10 de diciembre de 1977, un grupo de tareas liderado por el “Ángel de la Muerte” secuestró a doce personas vinculadas a Madres de Plaza de Mayo.

Sin embargo, el objetivo de la junta militar de quebrar la voluntad de este grupo de familiares de desaparecidos no se cumplió y, ya con el Mundial de fútbol de 1978, la prensa internacional multiplicó su mensaje. En 1979 un grupo de madres visitó nueve países, invitadas por Amnesty Internacional, y un año más tarde, la SAAM (Asociación Holandesa de Mujeres) les donó dinero para adquirir una sede social y dejar así de reunirse en casas particulares. Desde 1981 comenzaron a realizar las tradicionales Marchas de la Resistencia y en 1983 tomaron contacto con los partidos políticos que iban a presentarse a elecciones, para entregarles un documento en el que se reclamaba conocer qué había pasado con los desaparecidos.